Introducción

Entre 1509 y 1539, Hernando Colón (1488-1539), hijo del famoso explorador, se propuso crear una de las grandes bibliotecas de la alta modernidad. “Sin ser hombre de grandes rentas ni estado”, decía su contemporáneo Pedro Mexía poco después de la muerte de Hernando, “anduvo todo lo más de la cristiandad buscando y juntando libros de todas las facultades”. En el momento de su muerte, la colección comprendía más de 15.000 volúmenes.

Educado en la corte de los Reyes Católicos primero como paje del príncipe Juan, y luego de la reina Isabel tras la muerte del infante, entre sus maestros estaba el humanista italiano Pedro Mártir de Anglería. Apenas un adolescente, Hernando también acompañó a su padre en su cuarto y último viaje a América (1502-1504), lo cual le dio la oportunidad de adquirir conocimientos teóricos y prácticos en la navegación, la cartografía e incluso en la descripción antropológica de los nuevos territorios ocupados.

La bibliomanía de Hernando le llevó por toda Europa: en sólo un viaje de dos años (1530-1), cubrió una larga ruta con paradas en los mercados libreros de Roma, Bolonia, Módena, Parma, Turín, Milán, Venecia, Padua, Innsbruck, Augsburgo, Constanza, Basilea, Friburgo, Colonia, Maastrich, Amberes, París, Poitiers y Burgos. Los meticulosos registros de sus compras y las notas manuscritas presentes prácticamente en cada uno de sus libros nos permiten documentar éste y otros viajes con gran detalle y precisión cronológica. Además de sus propios viajes, su colección creció en virtud de los volúmenes que le enviaban factores y corresponsales en otras ciudades españolas y europeas. Su colección comprende además de libros impresos, manuscritos, grabados, partituras musicales, y excepcionalmente las que el propio Hernando llamaba sus obrezillas, esto es, cuadernos, panfletos, literatura de cordel y otras publicaciones ocasionales y efímeras que raramente llegaban a las diez páginas.

También desarrolló varios complejos y detallados sistemas de clasificación de sus colecciones, llegando a elaborar varios catálogos, lo cual le convierte en uno de los fundadores de la biblioteconomía moderna. Su experiencia en la compra de libros fue tal que en su testamento dejó instrucciones precisas sobre los itinerarios que habían de seguir los factores encargados del futuro desarrollo de la colección—una expansión permanente que planificó con cuidado, y que quiso dejar establecida en el momento de su muerte.

En línea con la mentalidad milenarista de su padre, y con el proyecto imperial de Carlos V—quien financió parte de sus compras tras otorgarle una renta proveniente de la Española—Hernando Colón se propuso crear una biblioteca universal que comprendiera no solamente todo el material publicado en occidente, sino también cualquier otro volumen que pudiera estar disponible allende sus fronteras.

Entre los muchos proyectos emprendidos por Hernando—no todos ellos, justo es decirlo, culminados con éxito—se encuentra la primera descripción topográfica de España. La denominada Descripción y cosmografía de España había de llevar como compañero otro volumen con un Vocabulario topográfico. Hernando tuvo también vocación de lexicógrafo y comenzó a compilar una suerte de diccionario de diccionarios, su Vocabulario Latino – Español, que nunca pasó de la letra B. Su experiencia como cosmógrafo le llevó al puesto de piloto mayor en la Casa de Contratación, y a coordinar un proyecto para elaborar un mapa modelo de las rutas hacia la India. En 1511 proyectó con su hermano Diego un viaje alrededor del mundo—antes de que Magallanes y Elcano emprendieran su famoso periplo en 1522. Y también sirvió como experto consultor en las negociaciones que tuvieron lugar en Elvas-Badajoz entre España y Portugal a cuenta de las disputas jurisdiccionales que surgieron a raiz de las Molucas.

Sirvió igualmente en la corte de Carlos V, a quien acompañó en el viaje que le llevó a su coronación como emperador en Aquisgrán en el año 1521. Tras unos años entre Sevilla y Roma durante la década de 1510, este viaje imperial constituyó la segunda expedición bibliófila de Hernando, durante la que adquirió más de 1600 volúmenes durante sus visitas y estancias por numerosas ciudades de Inglaterra, los Países Bajos, Alemania e Italia.

Los 3500 volúmenes que quedan de su colección original se encuentran depositados en el recinto de la Iglesia Catedral de Sevilla, bajo la custodia de su Cabildo y de la Institución Colombina. Bien conocida para los expertos en este periodo en el mundo hispano, y para algunos historiadores anglo-americanos, la Biblioteca Hernandina permanece todavía insuficientemente conocida no sólo entre historiadores del libro y la cultura altomoderna, sino también para una gran parte de la opinión pública internacional—un hecho digno de mención, dada sobre todo su indubitable relevancia histórica, y el caudal de información y el análisis que un estudio detallado e interdisciplinar de la colección puede llegar a arrojar sobre la cultura material e intelectual de un periodo fundamental en la historia de Europa y de América.

El hecho de que la colección se erigiera sobre la expansión global que propiciaron las expediciones de Cristóbal Colón, que devinieron en una ampliación de las ambiciones materiales, religiosas y económicas de Occidente, también hace de la Biblioteca Hernandina un magnífico caso de estudio para analizar la intersección entre los procesos imperiales y coloniales de Europa de forma simultánea a las transformaciones que estaba sufriendo la cartografía del conocimiento durante este periodo. Al florecer en el momento álgido que vio el encuentro entre el conocimiento recibido de la Antigüedad Clásica, la producción intelectual de la Europa renacentista, y las magníficas novedades que no cesaban de llegar al continente través de los océanos, la Biblioteca Hernandina prefigura la llamada de Francis Bacon, un siglo más tarde, en su Instauratio Magna:

‘Sería ciertamente lamentable, si, en tanto que las regiones materiales del orbe—esto es, de la tierra, del mar, y de los astros—han sido en nuestro tiempo reveladas y expuestas, el orbe intelectual hubiera de quedar encerrado dentro de los estrechos límites de los viejos descubrimientos’

El proyecto, liderado por José María Pérez Fernández, de la Universidad de Granada, y Edward Wilson-Lee, de la Universidad de Cambridge, ha obtenido recientemente financiación del Cambridge Humanities Research Grants Scheme para celebrar un simposio en Cambridge. Este simposio se propone dar a conocer el estado actual de los estudios hernandinos y explorar el potencial que muestra la biblioteca para responder a múltiples preguntas planteadas en diversos ámbitos interdisciplinares.